viernes, 18 de junio de 2010

Ese pavor lingüístico

Abuelo tengo temor
cuando escucho tu boca polisémica derramando letras.
Abuelo, tengo sueños determinantes de una agonía esdrújula
con un acento crítico que me está matando, definiendo.

Abuelo, veo tu frente yuxtapuesta que alborota
y conmuta los antiguos pleremas muertos;
y me dan tanto miedo esos rasgos sonoros.
Y espanto los celos que conjugan libremente con tus ojos,
abuelo, sin norma ni sistema.

¡Ay de los que no saben gramática, abuelo!
pobre de los que no saben escribir un poema
sin llorar sustantivos arcaizantes.

Me causan miedo los adjetivos que repito y repito
frente a una cama oblicua,
me duele tanto dejar obsoleta tu artesanía de maquinista subversivo,
abuelo inconmutable.

No quiero vagar en un mundo cenemático,
abuelo del verbo eterno,
no quiero dejar las categorías de tu número infinito,
de tu género profundamente humano,
de la persona pluralizada e indivisible,
demasiado compleja para una hipotaxis de la escoria,
de la miseria glosemática,
de la misma mierda coordinante y sofocada,

Querido abuelo catalizado,
trato cierto tejido sin preposición alguna para nombrarte entero,
sin el modo imperativo de esa irregular revolución de tu tiempo.