jueves, 16 de octubre de 2008

De lo mucho y poco que hay

Hay escritores de muerte
que escriben sin ojos y con huellas de barro.
Hay escritores inertes
de cierto reflujo constante que me causan un miedo indecible.

Hay fuertes de escritura
que se agrupan en la infancia
de los muy tallados escritos inmaduros.

Hay de los que escriben con rabia,
sin alma de colores, siempre tomando la pluma
como una espada asesina.

También estamos los que escribimos por ser inestables,
los que no sabemos cómo ordenar un diccionario
y nos llenamos las manos de artificiosos vocablos

Estamos los que sufrimos
contando las páginas que no llevamos
y los que escribimos y leemos
más con la cabeza y con los labios,
que con las mismas manos.

domingo, 17 de agosto de 2008

Recuerdos

Mi padre era un niño, pero yo no pude conocerlo porque también era un niño mientras él crecía. Mi madre una princesita que jugaba a las escondidas con ese pequeñuelo; y en todos los rincones encontraba un frágil palacio de ilusiones. A veces mi padre se enfadaba cuando mamá le quitaba una carta de las manos. Nosotros llorábamos más fuerte que sus sueños y eso le resultaba intolerante. Poco a poco él fue creciendo y dejando a un lado su afición por rayar las paredes, pero seguía buscando amigos imaginarios en los teatros, inventaba papeles, no de arroz, ni de hilo, sino de plumas y también con las alas de los pájaros que recogía en sus recurrentes viajes por el mar. Yo pensaba en cómo contraerlo; mi madre quería mutilarlo, pero con pataletas de cariño y, a veces, con despechadas notas mal escritas. Muchas veces le vi gritando de olvido. Enterraba en el patio los oscuros caminos de su alma; y sé que necesitaremos muchos túneles apagados para descubrirlos. Ahora estoy conversando desde lejos y me es tan simple reconocer el espacio bajo mi cama, que logro distinguirlo feliz dentro de un viejo apartamento, quizás estuvo encerrándose ahí durante toda mi infancia, pero, al menos, nunca me faltaron palabras para nombrarlo.

viernes, 15 de agosto de 2008

Conversación con el pasado

Aún te sigo viendo, Rabín, aún te sigo hablando,
vestías tu abrigo viejo pero seguro,
limpio y oscuro.

Te veo salir de los teatros con el rostro severo,
mostrabas el acervo del hombre
investigador y revolucionario
aún te sigo viendo, Rabín, aún te sigo hablando.

Y converso contigo entre los libros,
nos sentamos, nos sentamos como antes, Rabín,
junto al respetuoso silencio de tu lejana partida.

Yo era joven y ansioso, tú sabes Rabín,
a ti te perseguían los veinticinco años
mientras me contabas de tus planes inexactos
suturando el cáncer que devoraba ese Chile moribundo.

Tuviste que partir dejando las fronteras
porque el conocimiento ya no evitaría que te cortasen las manos;
y la Universidad, recuerdo que decías Rabín,
ya no era Universidad, tampoco refugio de tus ideas liberadas.

No dejo de tomarme tu vino añejo y barato,
tenías tan sólo una prenda para cada evento, Rabín,
pero desbordabas en piezas clásicas
para vestirte con todas la épocas.

Aún te sigo viendo Rabín, aún te sigo hablando,
ya no espero que vuelvas porque no me importa tanto.
Ahora no podrías enterrarme con tus lapidarias frases de piedra,
ni conducirías mi vida con tu violín,
ya ha pasado mucho tiempo Rabín,
pero yo aún te sigo viendo y aún te hablo.

miércoles, 16 de julio de 2008

No te Calles

La noche está atiborrada de faroles que torturan el alma,
todos los suspiros nocturnos se disipan en la distancia,
como un fatuo silencio enredado en las sombras perdidas.

Y de tus ansias menguantes,
de tus fallidos intentos, de tus ojos que gritan,
brotan lágrimas inútiles que la vida ha convertido en nada.

¿Por qué tantas prisas azotando la cama?
¿Cuántos cantos de luna resguardan nuestro sigilo?

Puede que la pena, muchas veces, te deje dormida,
pero sabes que yo te susurro por las estrellas
que se agitan cuando te miro tan calma.

Yo soy el que te hace hablar mientras el mundo se calla,
he socorrido tantas veces tus muertes
como, también, he acosado tu nostalgia.

A veces soy el glorioso defensor de los vulnerados sueños,
me da miedo ver que se me cae la piel
manchada con escaras que atraen tu lástima,
que estás cansada de tanto llenar pozos de agua.

Puede que pienses que al final no te digo nada,
pero sabes lo poco que sirven las contadas palabras.

Yo bebo los tragos sin medida ni tregua,
lleno las copas de licor indefinible,
me paseo por puentes con astillas quebradas;
y ahí me quedo cautivo,
recabando las luces que seducen mis ganas.

Ahora no sé cómo mirar si tú no me hablas,
me colma de vergüenza llenar el eco infatigable.
Se me acaban las flores, se me agotan las cuerdas,
se me fueron hasta las balas que, por misterio, guardaba.

Pero tú, la única nota vibrando en la distancia,
por favor no te pierdas en velo,
no aflojes tus ansias, no te quedes callada...

sábado, 31 de mayo de 2008

Hay Días y Días

Hay veces en las que te pienso un día entero,
te distingo de a poco entre la niebla
cuando te acercas diminuta y vacilante.

Entonces escribo un poema
con la misma presura que deshoja un bosque en otoño,
con la urgencia de correr para no perder los pasajes.

Hay días en que me deshago en lamentos
corriendo exaltado detrás de tus pies
con el temblor de mis trémulas manos .

Hay otros días en los que no me detengo ni un instante,
me levanto llamando a la noche
y la luz del día se pasea jugueteando conmigo.

Pero luego aparecen las obscuras bandadas de pajaros voraces,
los tempestuosos cardúmenes que se agitan en mi mente
y comienzo irremediablemente a perder el sueño.

Sabes que hay días frágiles
que tiritan como espejos de agua,
que muchos están tallados en un vidrio empañado
cubierto tantas veces con preguntas.

Hay días en los que me niego al movimiento
porque ya me veo viajando
entre tantos posibles finales.

Esos son los días que me coartan el presente,
y me tienen encerrado gritándote,
aunque ya ni siquiera me reconozcas.
Pidiendo que me ayudes a sacar, de una vez,
las montañas de cuadros que has plasmado mi cabeza.

domingo, 11 de mayo de 2008

Golpes a la Puerta

Con la mirada perdida entre las fugaces formas de las llamas que jugaban, brincaban, saltaban caprichosas vestidas de carnaval, danzaban al son de unos violentos chispazos que escapaban de la inmensa oscuridad. Así, sentado y perdido en el mullido y viejo sillón, vi como mi cuerpo frenético, recorría de prisa los rincones buscando y escarbando baúles, brotaron torrentes de estrellas cautivas, mientras unos lejanos e insistentes golpes sonaban a mi puerta. Incrédulo afino mi oído; y sí, es mi puerta. Abro las ventanas, pero no escapan, se quedan arrinconadas y temerosas, como tímidas mascotas que olvidaron reflejar la luz por si solas, las espanto con mis corbatas locas, me pongo una olvidada nariz de payaso; y mientras tanto más golpes a mi puerta. Camino ansioso, abro y me miras con detención, mientras las estrellas se deslizan por mi ropa y mis cabellos, mis corbatas te sonríen, la estúpida nariz que se quedó en mi nariz, mis ojos bizcos la miran y luego te miran, Entonces tú sonríes, yo agitado y sorprendido; y tú ríes, que hermosa sonrisa, ríes con mis estrellas que también ríen danzando entre tú y yo. Avergonzado río, tomas mis manos... El fuego de mi chimenea se está extinguiendo y tengo frío, mucho frío. Me levanto cansado, abro la puerta y nadie, absolutamente nadie...Miro al cielo, suspiro, cierro los ojos y... ¡Hasta mañana!

domingo, 27 de abril de 2008

Fanfarronerías Empíricas

En una curva geométrica se debilitan las ganas, una curva incierta en los confines del espacio, una curva figurada en las fauces de la tierra, que es un riel ondulando para el paso del mundo, un espacio sin tiempo aminorado por la luz extraviada sin rumbo. Fácilmente se verán los los barcos descender por el horizonte cuando dentro de una botella se azote un huevo, un huevo pulido como perla del conocimiento, deshecho después por el fuego. Concentración es necesaria en el centro, lugar de la esfera en donde se alborota el magna candente de ofuscadas figuras infernales. Entonces devolverse al principio sería lo mismo que tocar el cielo. ¿Será tan cierto que sufrimos por lo que hemos olvidado en el espacio intermedio? Pero, ¿durante cuánto tiempo cedemos?, ¿cuándo tiempo venimos cayendo rasgando el aire? Dándole motivos al sol hambriento para matarnos sin tregua, sin mirarnos por dentro. Si el universo es un lápiz pendiendo de su punta, si la eternidad es tan sólo una serpiente comiéndose su cola a medida que se agranda su vientre, las vidas serían pequeñas hojas cayendo tan lentas como las gotas de sangre enfrentadas a la gravedad inmune, a las recortadas palabras del severo viejo de la manzana. Pero, si el resto de verdad falsada con hipótesis sensuales y cobardes se abre burlescamente corriendo por las jugarretas de un extravagante sastre judío... Entonces sabremos que Dios ha estado ordenando las piezas ya puestas del juego, que estaba ahí desde el principio...

jueves, 24 de abril de 2008

Dejando la Sangre correr

Tengo el final vacilante,
un final que seduce a la distancia.
Silbaba lejano y frío bajos los árboles incautos,
mientras yo miraba sin sombras,
esquivando ese miedo de quedarme sin aire.

Pareciera que durante todo un siglo lo estuve mirando,
necesitaba de flores gastadas que me forjaran el paso.

Corto y voy abriendo una fisura en la faz de los bosques,
un volcán que llora furioso se eriza de sangre,
por mucho que caigan los cielos y se desvanezcan mis manos,
ya es muy tarde porque ya ha sido tomado.

Entonces decido desangrarme,
sé que estoy estrangulando la voluntad divina.
Ya he tratado matarme sin decisión;
y siempre se presenta un desequilibrio,
un desencanto hundido en los labios.

Me gustaría tanto bañarte mientras me estoy desangrando,
no es al amor al que canto, la verdad,
increpo a la pulcra e inmolada hoja en blanco.

Tú, Almendra,
que a veces vienes fragante y cubierta de ríos.
Tú, que te agitabas corriendo por mis venas,
dime ¿cuál es el momento matemático en que debo dejarte?

Muchas veces te he agobiado con versos
no logrando fijarte allá en lo alto.
¿Cómo puedo vivir eterno
el momento en que te estuve mirando?

Ya no hables Almendra,
ya no digas nada, es demasiado tarde,
yo ya me he desangrado.

sábado, 12 de abril de 2008

Con los primeros fríos del invierno

He pensado en cocer mis últimos pensamientos. Hervirlos todos en una fuente negra, tan negra como infatigable, puede que allí se me abra una fisura en el tiempo; y descubriría que la muerte se difumina si la reduces a un imperante vocativo, que el fuego se detiene a veces, que ella aún vive en ese perdido lugar de siempre. Yo que lo he tenido todo, aún podría seguir fingiendo sin vergüenza.

Me he tragado cerros y estrellas con sólo fijar la mirada. He creado bocetos de colores inconclusos, a cada uno le di un nombre sólo pronunciable con suspiros. Caminé por las fauces de lobos gigantes, desenterré vestigios de un futuro servido en copas de agua que se deslizaron por las venas de mi mano. Fastidios, cuantos fastidios con el ceño fruncido, con la severa mirada inmutable, que ahora tan sólo es el arquetipo de un Saltimbanqui de circo.

Pienso recobrar todo lo que volaba en esos días, puede que guardándolo en alguna pesquisa del alma perdure por las vidas que faltan. Yo no sabía que el dolor era una piedra contrayendo el pecho tan lento, que a veces puedes marearte de pena, que vomitar el aire de alguna forma es inevitable. Yo no pensé que los confines de tus ojos aspirarían tan fuertemente el olvido. Yo que lo tuve todo, ahora por lástima, lo cual parece muy chistoso, tan sólo quisiera de nuevo, volver a estar vacío..

miércoles, 5 de marzo de 2008

Tú no lo sabes

Tú no lo sabes, pero puede que mañana
la noche descienda para ser un vestido que calce con tus ojos,
que de este mundo, la mitad de las almas
esperen celosas detrás de tu puerta para hacerte la cama.

Puede que mis manos ahora tan distantes, ahora tan borradas,
te dibujen la cara cerrando tus labios
con la intención de quitarles un beso.

Tú que piensas que el bosque es tu morada
y que has danzado tantas veces entre las faldas de los cerros,
no has sentido nunca el aroma de tus piernas violetas,
nunca has sido llamada por tus pechos de fresa.

Tú no lo sabes, pero puede que mañana
la luna gotee por tu cuello bañando tus hombros,
que mi sangre galope furiosa sobre el horizonte pintando tu nombre.

No sabes que ya son breves las palabras,
que sólo de antojo se pierden con el humo.
Pero puede que mañana, quizás un eclipse en el agua,
un coqueto pestañeo de Venus en la perdida galaxia;
y de pronto el mundo florezca cubriendo tu espalda.

Tú no lo sabes, pero puede que mañana,
se me caigan las manos
y una montaña de miedos me aprisione las piernas,
mientras tu pases corriendo distante, como una estrella.

Es muy posible que mañana
yo vuelva a quedarme inmóvil mirándote;
y puede que tú no sepas nada...

domingo, 3 de febrero de 2008

Las Horas...

Ella no sabe que hora es, le sobran los años y le falta el vigor para darle cuerda a ese viejo reloj. Quizás a estas alturas tampoco sepa leer. Cerca de la cama hay unas empolvadas cajas de cartón, en donde se apilan una a una las antiguas novelas rosas que tienen el mismo final; porque aunque las redescubriera ahora, tendrían siempre el mismo final..

A veces prefiere no levantarse, se queda en pijamas hasta que la cama comienza a darle nauseas, entonces lo piensa. El día no es día ni la noche se hace noche, porque afuera el mundo corre, el mundo vuela mientras ella observa cada una de las cuatro estatuillas que adornan la pieza; y se preocupa de que todas concuerden en dirección, para que nada perturbe la estancia. Hay presentes de todas las épocas. Una tras otra, las navidades se posan sobre los muebles, más de alguna vez ha pensado hasta en ordenarlas por año de llegada.

Entonces los días casi no corren, el silencio es tan burlesco, que la televisión se ha hecho su compañera de pláticas. La familia reposa en los cuadros del pasillo, está inmortalizada en un momento en que ni pensaban dejarla.

¿Cuántas vueltas por la cocina más le harán falta? Sacar los joyeros, revisarlos y volverlos a guardar, luego sacarlos, ordenar, guardar, para sacarlos una vez más... A veces es bueno un trago de licor de guinda para volver atrás, a bailarse un tango en Buenos Aires, a ser motivo de una apuesta en un elegante bar capitalino; y luego seguir mirando como pasa la vida pasada, que se hinche un poco el pecho con las tardes dejadas cerca del mar, con la cara de Sergio, sus cantos y su radio a pilas en las tardes de sol, ambos sentados cerca de la puerta hablando por hablar, también extraña su bigote y sus gritos, sus tragos de vino, que al menos eran motivo de alguna discusión.¡¡Qué ganas de discutir, que grandes deseos de volver a pelear!!

sábado, 2 de febrero de 2008

Cadenas de barro

Se encuentra encerrada en un cuarto
bajo veinte paredes que le presionan el pecho.
Desde las hermosas flores que colman el techo,
cuelgan musgos grasosos
que se han aferrado a sus piernas.

Por la cabeza le cuelga la noche
cobijada en su espalda.
Los roedores le acechan con sigilo,
ya le mordisquearon los dedos,
ya le han triturado el alma;
y ella insiste en alimentarlos por lástima

Ella es una planta, es un árbol ahogándose con humo,
una gaita mortalmente distante;
y un acordeón de mariposas encerradas.

Ella eres tú, ella soy yo,
son mis secretos durmiendo bajo la cama.
Un arrecife de sangre latente
que todos reclaman; y que no palpita por nada.

Ella guardó con capricho las llaves de su morada,
se las comió como frutillas;
y luego las derramó por su pecho gimiendo de miedo,
gimiendo sin labios, gimiendo por rabia.

Aún está hibernando dentro de un vaso con agua estancada,
mientras afuera el agua marchita las plantas.

Hoy le escuche de nuevo gritándome con la mirada
porque a mí me causaban nauseas las ratas,
las frutillas rasgadas, las flores de lana,
las cadenas de cera y la sangre coagulada.
Ahora ya casi no me causa nada...


lunes, 21 de enero de 2008

Remedios Caseros

Ayer me pareció caminar entre las faldas del fuego.
Estaba gloriosamente dibujando
una mano gigante que se contracturaba de a poco;
y me hacía escupir desvelos retorcidos.

Retorcidos como las carnes del cordero
que ofreció su sangre para alimentar el mundo,
el mundo de sus propios torturadores,
a los que amó tanto pero sin poder saberlo.

No sé por qué me perdía entre las oleadas caídas del sueño,
me parece haber estado vagando en un túnel
con tantos espejos que ya no los cuento.

Siento las rodillas celosamente mullidas;
y cada vez que las flecto,
hasta las miseras ratas deben socorrer
mis intangibles dolores de orgullo.

¿Será que ayer rebocé de confianza,
que de un pestañeo perdieron mis ojos el cielo,
que se prendieron las puertas y ventanas que blandía el silencio,
o es una fractura de espanto que me hace llorar de miedo?