domingo, 17 de agosto de 2008

Recuerdos

Mi padre era un niño, pero yo no pude conocerlo porque también era un niño mientras él crecía. Mi madre una princesita que jugaba a las escondidas con ese pequeñuelo; y en todos los rincones encontraba un frágil palacio de ilusiones. A veces mi padre se enfadaba cuando mamá le quitaba una carta de las manos. Nosotros llorábamos más fuerte que sus sueños y eso le resultaba intolerante. Poco a poco él fue creciendo y dejando a un lado su afición por rayar las paredes, pero seguía buscando amigos imaginarios en los teatros, inventaba papeles, no de arroz, ni de hilo, sino de plumas y también con las alas de los pájaros que recogía en sus recurrentes viajes por el mar. Yo pensaba en cómo contraerlo; mi madre quería mutilarlo, pero con pataletas de cariño y, a veces, con despechadas notas mal escritas. Muchas veces le vi gritando de olvido. Enterraba en el patio los oscuros caminos de su alma; y sé que necesitaremos muchos túneles apagados para descubrirlos. Ahora estoy conversando desde lejos y me es tan simple reconocer el espacio bajo mi cama, que logro distinguirlo feliz dentro de un viejo apartamento, quizás estuvo encerrándose ahí durante toda mi infancia, pero, al menos, nunca me faltaron palabras para nombrarlo.

viernes, 15 de agosto de 2008

Conversación con el pasado

Aún te sigo viendo, Rabín, aún te sigo hablando,
vestías tu abrigo viejo pero seguro,
limpio y oscuro.

Te veo salir de los teatros con el rostro severo,
mostrabas el acervo del hombre
investigador y revolucionario
aún te sigo viendo, Rabín, aún te sigo hablando.

Y converso contigo entre los libros,
nos sentamos, nos sentamos como antes, Rabín,
junto al respetuoso silencio de tu lejana partida.

Yo era joven y ansioso, tú sabes Rabín,
a ti te perseguían los veinticinco años
mientras me contabas de tus planes inexactos
suturando el cáncer que devoraba ese Chile moribundo.

Tuviste que partir dejando las fronteras
porque el conocimiento ya no evitaría que te cortasen las manos;
y la Universidad, recuerdo que decías Rabín,
ya no era Universidad, tampoco refugio de tus ideas liberadas.

No dejo de tomarme tu vino añejo y barato,
tenías tan sólo una prenda para cada evento, Rabín,
pero desbordabas en piezas clásicas
para vestirte con todas la épocas.

Aún te sigo viendo Rabín, aún te sigo hablando,
ya no espero que vuelvas porque no me importa tanto.
Ahora no podrías enterrarme con tus lapidarias frases de piedra,
ni conducirías mi vida con tu violín,
ya ha pasado mucho tiempo Rabín,
pero yo aún te sigo viendo y aún te hablo.