sábado, 31 de mayo de 2008

Hay Días y Días

Hay veces en las que te pienso un día entero,
te distingo de a poco entre la niebla
cuando te acercas diminuta y vacilante.

Entonces escribo un poema
con la misma presura que deshoja un bosque en otoño,
con la urgencia de correr para no perder los pasajes.

Hay días en que me deshago en lamentos
corriendo exaltado detrás de tus pies
con el temblor de mis trémulas manos .

Hay otros días en los que no me detengo ni un instante,
me levanto llamando a la noche
y la luz del día se pasea jugueteando conmigo.

Pero luego aparecen las obscuras bandadas de pajaros voraces,
los tempestuosos cardúmenes que se agitan en mi mente
y comienzo irremediablemente a perder el sueño.

Sabes que hay días frágiles
que tiritan como espejos de agua,
que muchos están tallados en un vidrio empañado
cubierto tantas veces con preguntas.

Hay días en los que me niego al movimiento
porque ya me veo viajando
entre tantos posibles finales.

Esos son los días que me coartan el presente,
y me tienen encerrado gritándote,
aunque ya ni siquiera me reconozcas.
Pidiendo que me ayudes a sacar, de una vez,
las montañas de cuadros que has plasmado mi cabeza.

domingo, 11 de mayo de 2008

Golpes a la Puerta

Con la mirada perdida entre las fugaces formas de las llamas que jugaban, brincaban, saltaban caprichosas vestidas de carnaval, danzaban al son de unos violentos chispazos que escapaban de la inmensa oscuridad. Así, sentado y perdido en el mullido y viejo sillón, vi como mi cuerpo frenético, recorría de prisa los rincones buscando y escarbando baúles, brotaron torrentes de estrellas cautivas, mientras unos lejanos e insistentes golpes sonaban a mi puerta. Incrédulo afino mi oído; y sí, es mi puerta. Abro las ventanas, pero no escapan, se quedan arrinconadas y temerosas, como tímidas mascotas que olvidaron reflejar la luz por si solas, las espanto con mis corbatas locas, me pongo una olvidada nariz de payaso; y mientras tanto más golpes a mi puerta. Camino ansioso, abro y me miras con detención, mientras las estrellas se deslizan por mi ropa y mis cabellos, mis corbatas te sonríen, la estúpida nariz que se quedó en mi nariz, mis ojos bizcos la miran y luego te miran, Entonces tú sonríes, yo agitado y sorprendido; y tú ríes, que hermosa sonrisa, ríes con mis estrellas que también ríen danzando entre tú y yo. Avergonzado río, tomas mis manos... El fuego de mi chimenea se está extinguiendo y tengo frío, mucho frío. Me levanto cansado, abro la puerta y nadie, absolutamente nadie...Miro al cielo, suspiro, cierro los ojos y... ¡Hasta mañana!