jueves, 29 de octubre de 2015

Aunque parecían iguales

Aunque parecían iguales,
uno de sus pechos traía todo el sol del Caribe
y el otro abría inviernos, muerte o tempestades.


Aunque parecían iguales,
su mano izquierda se fertilizaba con el vapor de mi boca
y la derecha se engarruñaba lejos de la cama.


El tobillo que tenía pintado
se arqueaba con los estertores del amor
y el otro nunca mudaba su tersura indiferente.


Sobre uno de sus hombros caía
el soslayo de su mirada distante,
pero el otro hombro iba tallado por mis dientes.


Aunque parecían iguales,
tenía una rodilla de piedra para dormir sola
y otra de cacao que despertaba bajo mi mano.
Cuando uno de sus ojos era un espejo empañado,
sus piernas se replegaban hasta el olvido.
Pero se escurrían por la humedad de mis deseos
si se le antojaba guiñar su ojo de fuego.


Había dos partes en su cara
aunque realmente parecían iguales.
Su oreja izquierda se electrificaba noches enteras con poesía;
y para sacar cuentas o hablar de política, tenía la oreja derecha.

Una esquina de su boca construía muros y sillas,

la otra se levantaba desconociendo las premisas
para darle libertad a esta y cualquier historia.

Aunque parecían iguales,

había dos cuerpos agonizantes,
dos mentiras y dos verdades,
una almohada contra su cara
y toda la piel bajo sus dedos ardientes
acompañando el paroxismo de los últimos segundos.


Aunque parecían iguales,
dibujó un horizonte lleno de frutas tropicales
alumbrado por un sol parpadeante.
Quizás dejó al mar mezclando algunos colores,
aunque todavía me parezcan iguales.

viernes, 20 de junio de 2014

Yo la sentí tan mía


Yo la sentí tan mía que no pude contenerla
y eso que los caminos nos besaban sin reposo.

Tan mía
que era mi océano sin tregua
entre las montañas,
la tierra temblaba por su mirada en mis manos
y los cuchillos caían al plato de la sed
mientras yo cortaba el tiempo
para hacerla parte de mi cabeza
y dejarla correr por mi sangre.

Ahora el dolor es un tinglado
en las estrellas que se fugaron
buscando una intimidad avergonzada de sí misma.

La sentí tan mía
hasta que me tragué sus ojos
y no pude volver a verla,
hasta que mis manos
terminaron con su sonrisa,
me fracturé en la tinta
y fui cediendo posesión.

A veces despierto 
y los cigarros me esperan en alguna plaza.
Voy por las calles indiferentes
Quizás el amor sea algo olvidado en un rincón de la casa
no importa lo que haga,
no importa lo que haga...
Mis piernas siguen muertas.

sábado, 24 de agosto de 2013

Para evitar la desnutrición


   Yo sabía que el mundo daba vueltas y vueltas, y que mientras hay niños que comen mierda, otros cortan su filete miñón su pudor.

    Ellos se juntaron
en el café de los dulces árabes alejados del mundo,  y yo quise escribir saboreando la comida de todos esos años en la cama, los vinos besados en la copa empañada y las frutas de la primavera que los dejó pasear abrazados a la luna. 

   Yo quería escribir con manos de almíbar y ya no puedo, porque se juntaron en el café del comienzo para caer en la despedida. Yo sabía que el mundo da vueltas y así es como caemos en la desnutrición.

sábado, 3 de agosto de 2013

Está escrito...

Cuentan que hace un par de milenios, un hombre nos jugó una osada broma: afirmó ser el legítimo hijo de Dios. Ya en su cruz, en una no menos curiosa muestra de individualismo, salvó sólo al ladrón que le tuvo fe. Desde entonces, quien quiera imitar su grandeza, puede permitirse dos grandes muestras de egolatría: perdonar y escribir.

lunes, 21 de enero de 2013

Happiness is a warm Gun (The Beatles)

Por su ingenuidad y afán por espiar, la gata no sabe que sus jugarretas la pueden matar...

sábado, 17 de noviembre de 2012

Parabola de los lamentos


Hace muchos años -mucho antes del reino del mercado-, los hombres se relacionaban con los hombres. Luego aparecerían las cosas; y los hombres se relacionarían con los hombres por medio de las cosas. Sin embargo, las cosas irían poco a poco ganando poder; y entonces, los hombres llegarían a relacionarse con las cosas. Finalmente -ahora en el reino del mercado-, tenemos a las cosas relacionándose con cosas.

domingo, 30 de enero de 2011

Para el hombre de la fe

Hombre, tú que fuiste de los nuevos y eres viejo,
hombre de los cielos de fuego y las consignas de hierro.
Tú me has dado acaso un poco de letras y un tanto de guerras.

Me pongo a pensar en cómo salias de la tierra, hombre,
cómo brotabas de las masas;
yo que nunca he levantado a gritos un alma enardecida,
que no encuentro axiomas para mi resistencia.

Hombre, te miro y sólo veo pasión de vida,
la paz y la guerra se conjugan sin dolor
en tus melancólicos ojos.

Veo los elementos de la materia
pasando fulgurantes por entre tus manos
y una estación de ferrocarriles te acoge en el futuro,
en el futuro de los libres,
en ese, hombre, que, sin existir, hiciste cierto.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Canto enrojecido para Granada

La triste Andalucía y los palacios de los muslimes
con sus tristes avenidas
ya no son lo mismo.

Sé muere la tarde a lo lejos del San Nicolás,
por ahí están las callejuelas estrechas en las que se me perdió el alma
y es que aún me susurran algunas persianas abiertas
¡que vuelva! ¡que vuelva!

Tu manto de panderos y palmas
me hizo llorar un sueño, Granada.

Ruego a tu puerta de oro,
quiero subir por los cerros hasta el vetusto sol,
quiero perderme una noche en la Alhambra,
morir con una de tus mujeres en los jardines rojos del Generalife
y caer por los siglos eternos
ahogado con las simetrías de tus murallas.

Hay fuego, hay fuego en las bocas de los que pasan,
hay oro en las manos de Colón
coqueteando con la reina en la gran avenida,
miles de ritos paganos
-Cristo es un gitano sin rumbo
que ha venido cantado penas hasta llegar a España-

Me estoy desvelando cada noche
con una guitarra yerta que me hace vibrar los ojos.
Yo soy el fantasma que se quedó caminando
por las solitarias calles de los bares y los kebabs.

Donde haya canto en Granada,
ahí quiero morirme y dejar la tierra,
que yo no sabré morir hasta que vuelva.

domingo, 10 de octubre de 2010

No, no es pena, pues no estoy dentro de mí, ni yo ni ella. Aunque cuando yo entre, le abriré la puerta...