domingo, 30 de enero de 2011

Para el hombre de la fe

Hombre, tú que fuiste de los nuevos y eres viejo,
hombre de los cielos de fuego y las consignas de hierro.
Tú me has dado acaso un poco de letras y un tanto de guerras.

Me pongo a pensar en cómo salias de la tierra, hombre,
cómo brotabas de las masas;
yo que nunca he levantado a gritos un alma enardecida,
que no encuentro axiomas para mi resistencia.

Hombre, te miro y sólo veo pasión de vida,
la paz y la guerra se conjugan sin dolor
en tus melancólicos ojos.

Veo los elementos de la materia
pasando fulgurantes por entre tus manos
y una estación de ferrocarriles te acoge en el futuro,
en el futuro de los libres,
en ese, hombre, que, sin existir, hiciste cierto.

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