Yo la
sentí tan mía que no pude contenerla
y eso que
los caminos nos besaban sin reposo.
Tan mía
que era mi
océano sin tregua
entre las
montañas,
la tierra
temblaba por su mirada en mis manos
y los
cuchillos caían al plato de la sed
mientras
yo cortaba el tiempo
para
hacerla parte de mi cabeza
y dejarla
correr por mi sangre.
Ahora el
dolor es un tinglado
en las estrellas que se fugaron
buscando una intimidad avergonzada de sí misma.
La
sentí tan mía
hasta que
me tragué sus ojos
y no pude
volver a verla,
hasta que
mis manos
terminaron
con su sonrisa,
me
fracturé en la tinta
y fui
cediendo posesión.
A veces despierto
y los cigarros me esperan en alguna plaza.
Voy por las calles indiferentes
Quizás el amor sea algo olvidado en un rincón de la casa
no importa lo que haga,
no importa lo que haga...
Mis piernas siguen muertas.
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